jueves, 18 de octubre de 2012

París, deuxième partie (II)


Siguiendo con mi obsesión por los zapatos me recorrí París observando todos los escaparates de zapatos que veía.
Hay de todos los gustos, colores, pieles, tipos de tacón. Es una locura. ¿Con cuáles me quedaría? Es imposible decidirte por unos, me los pondría todos alguna vez en la vida.

El hotel lo teníamos en el barrio de Montmatre, barrio bohemio, lleno de artistas y de cafés que te llevan a soñar despierta.Lo terminé bautizando como “nuestro barrio”, decidí que si alguna vez en mi vida voy a vivir a París, mi buhardilla parisina estará en él. Salíamos del hotel y teníamos la frutería, el café, la “boulangerie” (panadería) y hasta establecimos nuestro restaurante favorito del barrio.
El primer día bajando la colina en la que se encuentra situado llegamos a Pigalle, conocido porque en él se encuentra el famoso Moulin Rouge. Es un barrio, como decirlo, “raro”. La calle que lo cruza, el Boulevard de Clichy, cambia de principio a fin. Comienza con tiendas de ropa muy barata frecuentadas mayoritariamente por inmigrantes, los sex shops iluminan la calle con sus carteles ofreciendo todo lo que la mente pueda imaginar, hay casas espectaculares y otras que se encuentras bastante deterioradas, restaurantes de lujo que se enfrentan a los tan extendidos “Fast foods”. Entre sus tiendas descubrí tiendas de zapatos bastante extravagantes cuyos diseños serán adquiridos por la mejor drag queen de la ciudad, o por alguna de las mujeres de “vida alegre” que pueblan sus numerosos Sex shops.


Callejeando por los alrededores de la Rue Rivoli, esa calle desde la que Chanel vio como las tropas de Charles de Gaulle recuperaban París después de la ocupación nazi, descubrí este maravilloso escaparate de un diseñador de joyas que había utilizado para la decoración zapatos de la última colección de Louboutin.



www.jimmychoo.com

No muy lejos, en la Rue Saint Honoré, me encontré de bruces con la maison de Jimmy Choo. Sus zapatos de salón de una elegancia extrema plagaban su increíble escaparate, dentro unas 20 mujeres se probaban sus diseños, se miraban en los espejos con la cara iluminada, lo que demuestra que los sueños se hacen realidad. Recordaba mi viaje navideño a París y la primera vez que me calcé unos Louboutin, ¡Ay! las entendía perfectamente.





www.dolcegabbana.es
Dejando atrás la Rue Rivoli y sus alrededores llegamos a la gran Avenue Montaigne y una vez más me paré ante el escaparate de Dolce & Gabbana y decidí que esta maravilla algún día sería mía, aunque fuera en mis sueños. Me recuerdan a la Francia de Maria Antonieta, esa elegancia barroca y exagerada, que tanto me fascina.





En esa misma calle, la calle del lujo, el glamour y los precios imposibles, encontré estas maravillosas sandalias, eso sí cometí un error ¡no apuntarme el nombre de la tienda! Me las imagino con un “petit robe noir” muy de Chanel, un recogido sencillo y un bolso de mano dorado. Y así, sin más, estaría lista para pasear de noche por las orillas del Sena hasta la Torre Eiffel, y ya puestos ¿por qué no terminar el día cenando en su restaurante,el Jules Verne, a 125 metros sobre el suelo de la elegancia? Otro lujo muy de París.



domingo, 14 de octubre de 2012

París, première partie (I)


Siento el retraso en escribir pero tengo una razón de peso, mi viaje a París.
Es la segunda vez que voy este año, pasé allí la Nochevieja, y esta vez he vuelto más enamorada de ella.

www.dior.com
Pasear por sus calles es mágico, sus edificios, la gente, ese ambiente un tanto melancólico, es única. En este viaje hemos hecho la ruta de las tiendas y del lujo, hemos paseado por la Avenue Montaigne, donde las grandes firmas de moda tienen sus tiendas. Dior, Chanel, Loewe, se mezclan con coches de alta gama y con parisinos/as que van a la última, con chófers que dejan a sus generosos y adinerados clientes en la puerta de las tiendas y a los que recogen al cabo de dos horas cargados de bolsas llenas de “modelitos” carísimos. Llegué a ver a uno que recogía las bolsas de Dior y las llevaba al hotel Plaza Athenee, donde imagino que las subiría a la suite de lujo para que la persona en cuestión luciera el diseño por la noche en una soirée de París.

www.louisvuitton.es




Escaparate que merece una mención aparte es el de Louis Vuitton en los Champs Elysees, la boutique insignia de la maison francesa ha jugado con los lunares y la imaginación para la presentación de su colaboración con Yayoi Kusama, artista japonesa que ha llenado las creaciones de la firma de lunares y colores.









Y uno de mis sueños se hizo realidad, visité la tienda de Chanel en la Rue Cambon. En ella empezó a fraguarse la leyenda de Chanel. En el número 31 vivía Gabrielle Chanel, abajo tenía la tienda y el taller y en su primera planta su apartamento, con preciosos biombos coromandel que fueron los espectadores mudos de sus encuentros amorosos y del nacimiento de sus creaciones, y que un día decidió abandonar por una suite en el Ritz de la Place Vendôme. Entrar a la tienda fue mágico, un portero vestido de traje, Chanel por supuesto, te abre la puerta con una sonrisa y un “Bonjour, Madame” que deja entrever lo que viene después, grandes salones sobrios y elegantes donde lucen no más de 10 modelos para que puedas apreciarlos, tocarlos y hasta olerlos, todo huele a Chanel. He de reconocer que cuando el portero me abrió la puerta vislumbré al final la escalera que sube al primer piso, y con una sonrisa y un francés pésimo le pregunté si podía subir, su respuesta fue un “No” eso si, con una gran amabilidad. ¿Qué habrá en ese piso? ¿Conservarán el apartamento tal cual? ¿Lo habrán convertido en oficinas? Me quedé con las ganas de saberlo, así como de conocer su suite del Ritz, esa que recuperó de las manos de los nazis, y en la que murió como sólo ella podía hacerlo, con esa frase para el recuerdo “Mira, así se muere”.
www.chanel.com
Volvimos a pasear por la Place Vendôme, donde el lujo y los precios llegan a ser insultantes. Relojes por 400.000 euros al alcance de “cualquiera”, gargantillas de diamantes que deben venderse con un escolta, anillos que harían las delicias de cualquier pedida de mano que se precie y pulseras cuyo cierre debe ir con candado. Es increíble. Me fijé que los carteles de las puertas en donde se anuncia el horario están en cuatro idiomas, francés, inglés, ruso y chino, el español ni aparece. Lo que deja ver quiénes son los potenciales clientes. Yo fui una mera espectadora.

¡Ay, París! esa ciudad donde la crisis es elegante, cara y al alcance de unos pocos.